martes, 21 de abril de 2009

PALABRAS ENCERRADAS I

Gélidos barrotes, cemento
frío que los huesos destruia,
helada que ni al más
crudo invierno asemejaba,
hoyo hediondo de mixiones
y heces, rincon malholiente,
creso fortísimo que adormecía
hasta el más duro pulmón,
frazadas de inútil uso, pues
la helada en el lugar aquel
sólo compararse podía con
el gélido invierno polar,
algunos hombrecillos enfermos,
tuberculosos, sidosos, "pasteleros", 
sólo quedaba compartir y 
me di cuenta allí que nada
es de nadie; todo es de 
todos, el hambre, el frío,
la angustia, el desespero,
el acudir a Dios, ¡Qué lástima!
gente de todo, gente que en
su vida a rezado u orado y
en ese momento: "Dios", con 
lágrimas en los ojos y se
oía una voz que decía: "¡Mentiroso!
¡Hipócrita!¡Me das asco!"
así se resumía ese horrendo
hueco de penurias, luces
opacas, sordos ruidos,
carceleros malditos aunque
yo los bendigo, las fuerzas
resultábanme inútiles, pero
la fe me hizo sobrellevar la
más dura de las pruebas que
he vivido hasta hoy:
"¡Perder mi libertad, perder mi vida!".

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